«Hay que hablar del suicidio como se habla de la neumonía»


Pablo y Lucía (nombres ficticios) trataron de quitarse la vida hace unos meses. Ella atravesaba una situación muy prolongada de fuertes tensiones y arrastraba una represión de emociones desde la muerte de su progenitor. Él tenía una mezcla de problemas laborales y familiares. Era la segunda vez que lo intentaba.

«El que no lo pasa no sabe qué es. Se te pone una nube en la cabeza, eres incapaz de decidir, lo ves todo a la cámara lenta», recuerda Pablo. Ahora esa nube ha quedado atrás. Los dos son unos supervivientes que, cuando hoy se celebra el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, reflexionan junto a sus médicos sobre la primera causa de muerte externa en España. Hoy pueden decir que lo peor ha pasado gracias a la ayuda profesional.

Innovador proyecto

Ricardo Angora, médico adjunto del Servicio de Psiquiatría del Hospital 12 de Octubre de Madrid, es el responsable del programa de prevención de suicidios de este centro. Trabaja junto a la psiquiatra Mercedes Navío, coordinadora de la Oficina de Salud Mental de la Comunidad de Madrid, y un amplio equipo de psiquiatras, psicólogos y enfermeros en un innovador proyecto para que nadie en situación de vulnerabilidad llegue hasta el extremo de acabar con todo. Iniciativas similares hay en Cataluña, Andalucía o Galicia, pero el suicidio sigue siendo un tema tabú del que nadie quiere hablar.

«Yo nunca lloraba, ni siquiera en el entierro de mi padre. Era la fuerte de la familia», explica Lucía. «La psicoterapeuta me sacó todo lo que tenía encerrado, que para mí fue un cúmulo: la muerte de mi padre, mi madre enferma, conflictos con mis hermanos y con mis hijos. Ahora se me cae la lágrima cada dos por tres, y me alivia», confiesa. Durante ocho sesiones semanales su terapeuta le enseñó técnicas para gestionar sus emociones. «Se va manejando, pero hay que pelear».

El doctor Angora explica lo que sienten sus pacientes antes de una tentativa autolítica: desesperanza, la percepción de que no hay solución, ni futuro, ni salidas. Los suicidas experimentan una gran angustia que, cuando es sostenida en el tiempo, les hace tomar esta decisión, no tanto por querer morirse como por evitar el sufrimiento.

El programa incluye diversas acciones que comienzan en la atención primaria y en urgencias, que en muchas ocasiones son la puerta de entrada al sistema sanitario de personas en esta situación. Allí los profesionales reciben una formación específica. Las primeras estimaciones aseguran que el riesgo de suicidio se ha reducido un 25%.

Atención inmediata

Angora señala que, tras una tentativa, lo primordial es la atención inmediata. En este programa se actúa en los siete días siguientes a los hechos. «Después se empieza con una evaluación psiquiátrica», indica el médico. «Detrás del 90% de los casos hay una enfermedad mental que hay que tratar». El otro 10% se debe a las circunstancias del momento vital.

La atención continúa con un programa de psicoterapia individual focalizado en la crisis que ha sufrido cada paciente. «Hay factores concurrentes que viven las personas a lo largo del tiempo y un factor precipitante, que desencadena la tentativa. Ahí es donde más hay que trabajar», recalca.

«Lo primero que tienes que reconocer es que estás enfermo», opina Pablo. «Sabía que me iban a ayudar, pero tienes que luchar todos los días, poner voluntad. Uno sólo no sale».

Durante siglos ha existido un gran estigma social respecto a las enfermedades mentales. «Hay que hablar de ello como se habla de tener una neumonía o un infarto», insiste Mercedes Navío. Su misión es intensificar el mensaje de que el suicidio se puede prevenir. «El enemigo a batir es su invisibilidad, su silenciamiento y el tabú que lo envuelve, que hace que la persona, muchas veces, no sienta la fuerza y no encuentre el calor que le permita pedir ayuda», dice.

Pablo opina lo mismo: «Los que sobrevivimos a esto nos damos cuenta de que siempre hay una solución para todo».

Fuente: www.elmundo.es

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