A lo largo de la última década la intervención con los menores se ha convertido en un campo en auge pues se ha ido especializando y diversificando las áreas que se ocupan del conocimiento de la infancia y la adolescencia.
Se han producidos avances en el ámbito educativo, asistencial y legislativo, que han repercutido positivamente en los recursos existentes y se han adaptado a la realidad cambiante y dinámica del menor. Así la intervención psicológica se presenta como una operación en la que se atiende a las características individuales y a las necesidades socioeducativas específicas de cada uno.
Nos referimos a la intervención como un proceso en el cual se fomenta la promoción del bienestar del menor, la prevención de conductas disruptivas, la atención en el propio contexto y la implicación de las familias junto al menor, en la evolución de sus quejas para alcanzar unas condiciones de vida mejores.
En el informe sobre el Estado y Mundial de la Infancia (UNICEF) se afirma que la capacidad para el desarrollo humano es más propicia en los primeros años de vida, por lo que la forma en que se trate a una persona durante los primeros años (en el campo nutricional, emocional y educativo) tiene repercusiones sobre su capacidad en las etapas posteriores de su vida. Considera que la atención prenatal, una nutrición satisfactoria, la atención de la salud, y psicosocial, la educación de base y los estímulos cognitivos son un derecho innato de la infancia.
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