El proceso del duelo y cómo la psicoterapia puede ayudar.


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El duelo es un proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida, como por ejemplo de un trabajo, de la salud, una ruptura de pareja, así como la muerte de alguien cercano. En este último caso, pasaremos por diversas fases y en cada una de ellas tendremos que convivir con la negación de la situación y con emociones tales como la rabia, la tristeza, la culpa… Hasta llegar finalmente a la aceptación. Las dificultades que pueden surgir dependen de la naturaleza del fallecimiento y de cómo era la relación en el momento que ocurrió la muerte, entre la persona que se fue y los que se quedan. No es lo mismo cuando hay una enfermedad larga en la que se ve venir el final y los familiares tienen el tiempo suficiente para despedirse a, por ejemplo, un accidente de tráfico que ocurre de repente un día cualquiera. Y no es igual una pareja cuyos miembros estaban muy felices en el momento del accidente a una pareja que estaba pasando por un bache. En este último caso podemos pensar en los conflictos que se quedarán pendientes y sin resolver.

Cierto es que cuando fallece alguien que queremos mucho, da igual el motivo y la relación establecida con el fallecido: la vida de los que nos quedamos se “agita”. Durante este proceso, nos surgen cuestiones acerca de nuestra propia existencia. ¿Quién soy yo? ¿Cómo quiero vivir mi vida a partir de ahora? De repente dudamos sobre quiénes somos pero no solo a nivel existencial, también en cosas como “a mi siempre me gustaba el helado de vainilla y ahora voy a la heladería, y no sé qué pedir”.

Digamos que todo se “pone patas arriba”. Cómo me defino yo ante los demás y hacia mi mismo, en ciertas áreas, se vuelve obsoleto. Algunos roles que actuamos dejan de tener sentido, deseamos despedirlos y puede que nos sintamos culpables por querer cambiar. Empezamos a decir no a aquellas cosas que ya no deseamos hacer y que antes hacíamos por quedar bien, por no afectar a los demás… Valoramos el presente, pues tenemos la experiencia directa de que esto puede acabar cualquier día. Nuestras prioridades es muy posible que cambien. De repente volvemos a disfrutar de los hobbies que quedaron olvidados en la rutinas de los días. Podemos alegrarnos al reencontrarnos con viejos amigos, otros pueden desaparecer, y a veces pueden aparecer nuevas personas que nos hagan este trayecto más agradable. Una amiga que había perdido recientemente a su madre me comentaba la suerte que había tenido cuando en el gimnasio conoció a una mujer que había sufrido varios abortos. Parece ser que éste había sido el último intento de tener hijos. Aunque fue su decisión no seguir adelante, por los motivos que fueran, tenía que convivir con el dolor de la pérdida, la rabia, la tristeza y la culpa de no ser madre. Las dos estaban pasando por situaciones similares aunque por motivos distintos y fueron un gran apoyo la una para la otra. Por supuesto fraguaron una bella y larga amistad.

Las cuestiones arriba mencionadas, quién soy yo y cómo quiero vivir mi vida a partir de ahora, vienen de la mano de la incertidumbre y de la novedad, elementos con los que a las personas a veces nos cuesta lidiar. Sin embargo, tenemos la oportunidad de “re-ajustarnos la vida.” Como decía de otro modo más arriba, nos puede servir para hacer balance, para “hacer limpieza”, quedarnos con lo que nos apetece y poner en marcha nuevos deseos, nuevas maneras de vivir. Al “re-ajustarnos” nos podemos encontrar con algunas dificultades, como son nuestros modelos familiares, las lealtades que podemos estar poniendo en marcha, nuestras formas conocidas y habituales de estar en el mundo, que podemos sentir como estancadas, y la ansiedad que produce adentrarnos en lo novedoso y desconocido. Es aquí donde la psicoterapia puede echar una mano.

Algunos de los modelos que repetimos, a veces sin conciencia o porque es “lo conocido”, pueden ser modelos que nos llevan a sentir impotencia, a encontrarnos con una sensación de que nos faltan recursos, a sentirnos insatisfechos en nuestras relaciones personales, infelices con la vida… Cuando mueren nuestros familiares podemos reproducir esos modelos con la mejor intención de preservar su memoria, como una lealtad a esas formas de hacer de un padre o de una madre, por ejemplo. Esto puede resultar dañino para nuestra salud emocional. Si preguntáramos a los que ya no están, seguramente nos dirían que no es necesario que nos coloquemos ahí, que ellos no supieron hacerlo mejor y que, mientras estemos vivos, tenemos la oportunidad de vivir de un modo que nos permita desarrollar nuestra creatividad ante la vida.

En terapia, podemos plantear la pregunta ¿qué mensaje han podido dejarnos antes de irse? o ¿cómo les gustaría a los que se fueron que viviéramos la vida a partir de ahora? para hacer consciente con qué estamos en confluencia. Las respuestas que surgen, a veces no son fáciles de encajar. Por ejemplo, una persona que se preguntaba qué mensaje le hubiera dejado su madre al morir, contestó “cuida de papá.” Al decir esto y tomarse el tiempo para cuestionarlo pudo darse cuenta, de que, al principio del duelo, tomó la decisión de cuidar de su padre sin preguntarse si es lo que es esto deseaba o menos aún cómo lo iba hacer. Intentando emular a su madre, puso en marcha el cuidado de un modo automático, por ejemplo, dando por sentado que su padre quería visitas todos los fines de semana, sin consultarle a él y tampoco a su mujer. Desde la creencia que «eso es lo que se debería hacer en estos casos», empezó a vivir ésto como un peso, como algo horrible hasta el punto de que le resultaba difícil encontrarse con su padre. Estaba agotado, desgastado, se sentía enfadado y muy culpable por no hacerlo igual que ella, y por no querer ver a su padre. Además empezó a descuidarse, también sentía que estaba descuidando a sus hijas y tenía la imagen de sí mismo de estar metido en agujero sin poder salir.

Entonces al plantearse la siguiente cuestión ¿cómo le gustaría a su madre que viviera la vida a partir de ahora? Se dió cuenta de que a ella no le gustaría verlo así. Aunque él tuviera la imagen de ésta como alguien que siempre estaba para los demás y que a veces se olvidaba de sí misma, recordó cómo su mamá se despertaba muy pronto para desayunar tranquilamente, escribir, leer, durante épocas  salía a correr, iba a la piscina. Por la tardes tenía un montón de actividades, a veces sola, otras con su marido, o con la amigas. Muchas veces sus padres le decían que no podía quedarse con las nietas esa tarde y esto le sirvió como posible modelo a seguir. Todavía podía escuchar a su madre animándole a encontrar su propio camino en la vida, que fuera feliz hiciera lo que hiciera.

Fue importante para él definir el significado del cuidado pues solo con esto ya encontró información valiosa, como por ejemplo que cuidar automáticamente no es cuidar, pues no se tiene en cuenta al otro. Con el tiempo, llegó a la conclusión de que tenía derecho a decir no a esta respuesta que se había dado y contempló la posibilidad de no cuidar. También se dió cuenta de que podía decir sí, encontrando su propia forma de cuidar. Esto le hizo ver el cuidado de otro modo e incluso la vida pues aunque a veces estemos estancados, hay mútliples formas de cuidar y de vivir. El cometido que en su imaginario le dejaba su madre podía llevarlo a cabo pero el modo estaba abierto, podía elegir algo que estuviera en consonancia con sus necesidades y con las de los demás. Poco a poco tenía más ganas de cuidarse, de pasar tiempo con su padre, con su mujer y  sus hijas. En este proceso entendió que su papá, a veces quería estar a solas, hacer sus cosas sin hijos, sin nietas y la creencia de que su padre debía estar siempre acompañado el fin de semana se fue diluyendo. Muchísimas otras veces éste estaba encantado de que estuvieran todos en casa.

En el duelo hay tantas experiencias como personas. Alguien me preguntaba “si esto se supera algún día.” En mi opinión todo depende de lo que entendamos por superar. Si superar significa dejar de emocionarse, dejar de sentir tristeza por no poder palpar la piel de los que ya no están creo que no. Aunque si es cierto que con el paso de los días estos momentos son más espaciados en el tiempo, dejan de ocupar el primer plano y podemos reanudar la vida. Si superar significa esto último, a pesar de sentirnos afectados en ocasiones, sí es posible, al menos desde mi experiencia.

Fuente: www.terapiados.net

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