Descubren la vía de comunicación entre el cerebro y el sistema inmunitario del cuerpo.


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En los libros de texto se enseñaba hasta ahora que, en cuanto al sistema inmunitario, el cerebro y el resto del organismo constituyen entidades independientes. El cuerpo, expuesto a objetos extraños, sean bacterias o tejidos trasplantados, desencadena un torrente de actividad inmunitaria: los leucocitos devoran los patógenos invasores y destruyen las células infectadas. Los anticuerpos marcan los elementos extraños para que se detecten y sean destruidos. Así ocurre, excepto en el cerebro, pues la barrera hematoencefálica impide el acceso a los cuerpos extraños y a las células inmunitarias. Sin embargo, se ha descubierto una línea de comunicación entre el cerebro y el sistema inmunitario corporal. El estudio, publicado en julio del año pasado en Nature, se suma a un conjunto de investigaciones que vinculan el cerebro y las defensas del cuerpo.

Ya en 1921 se reconoció que el cerebro constituye, desde el punto de vista inmunitario, un caso aparte. Tejidos injertados en el sistema nervioso central suscitan respuestas mucho menos hostiles que los que se introducen en otras partes del cuerpo. Ello hizo pensar que el cerebro era «inmunitariamente privilegiado». Los especialistas han señalado, desde hace mucho, que la aparente inexistencia de drenaje linfático sería la causa de tal privilegio. El sistema linfático es, junto a los sistemas arterial y venoso, el tercer conjunto de vasos de nuestro cuerpo. Los nódulos linfáticos, estacionados periódicamente a lo largo de esta red de vasos, son como almacenes de células del sistema inmunitario. En casi todas las partes del cuerpo, los invasores provocan la liberación de estas células y su traslado por el sistema linfático hasta el torrente sanguíneo. El nuevo estudio ha revelado que el sistema linfático se halla conectado al cerebro.

Jonathan Kipnis, profesor de neurociencia en la Universidad de Virginia, y su grupo han identificado en ratones una red de vasos linfáticos en las meninges (membranas que envuelven el cerebro y la médula espinal) que aporta y retira fluido y células inmunitarias desde el fluido cerebroespinal hasta los nódulos linfáticos cervicales del cuello. Los investigadores habían demostrado en otro estudio que cierto tipo de células sanguíneas, llamadas células T y que también se observan en las meninges, parecían influir en la cognición. Mediante técnicas de neuroimagen, los científicos observaron en meninges de ratones la presencia de células T en vasos sin relación con arterias y venas.

Los vasos descubiertos, que también se han identificado en humanos, podrían explicar el enigma sobre el modo en que el sistema inmunitario interviene en las neuropatías y las psicopatías. Se cree que ciertos casos de esclerosis múltiple son consecuencia de la actividad autoinmunitaria en respuesta a infecciones del sistema nervioso central y del fluido raquídeo. «Aunque es pronto para hacer conjeturas, la alteración en estos vasos puede afectar a la progresión de la enfermedad en trastornos neurológicos que conllevan una notable componente inmunitaria, como la esclerosis múltiple, el autismo o el alzhéimer», indica Kipnis.

Algunas enfermedades mentales, como la depresión o la esquizofrenia, se han relacionado con la inflamación y la actividad inmunitaria anómala, aunque no se ha podido descubrir todavía el mecanismo subyacente. Este hallazgo plantea una tentadora línea de investigación que quizá se traduzca en fármacos.

Fuente: www.investigacionyciencia.es

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