Algunas orientaciones para cuando estés a punto de perder la paciencia con tus hijos.


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Las madres/padres, llevamos nuestra propia mochila: nuestras vivencias durante la infancia, el acompañamiento/ o no  acompañamiento emocional que nos ofrecieron nuestros padres, las experiencias vividas, las pérdidas o fracasos, las diferentes relaciones, etc. Han hecho que tengamos una mochila de la que a veces, se nota más el peso en pleno momento intenso con nuestros hijos.

Ese grito del que luego te sientes mal, ese mal resultado en el trabajo que hace que hables fatal a los que más quieres, esas ganas de no querer ver más a tus hijos hasta el día siguiente por el cansancio acumulado, etc. Todo este estrés diario, te hace perder la paciencia, y alejarte cada vez más de la madre/padre que en realidad te gustaría ser.

Todo puede mejorar, estos comportamientos pueden erradicarse casi por completo.

No se trata de ser unos padres perfectos, sino simplemente de ser los padres que nuestros hijos necesitan.

“No existe la madre perfecta, pero hay un millón de maneras de ser una buena madre” – Jill Churchill –

Esa emoción que nos invadía cuando esperábamos a nuestros hijos, ese miedo pero a la vez ilusión que sentíamos…se puede recuperar. Podemos volver a conectar con esas ganas infinitas de estar con nuestros hijos, de empaparnos de ellos en toda su esencia y realidad, respetando quienes son y quienes somos…

Nadie nos enseña a ser padres antes de serlo, es cierto, pero por el camino podemos aprender, conectando con nuestro instinto y dejando que el sentido común nos guíe.

Hoy quiero ofrecerte 7 orientaciones para cuando estés a punto de perder la paciencia con tus hijos:

  1. Detente, respira y recuerda: has traído a tus hijos al mundo para ser felices, tanto ellos como tú, no para vivir en constante agonía. Permítete parar el tiempo, verlo todo como si miraras desde fuera, reflexiona y actúa guiándote por tus más seguros sentimientos hacia tus hijos, guíate por el amor. Ni por la rabia, ni por el estrés, ni por el rencor: única y exclusivamente, por el amor. Esa fuerza interior que podrás sacar al exterior, sólo depende de ti, de tu práctica diaria y de tu motivación para conseguirlo. Este parón frente a las situaciones en las que antes estallarías, serán el primer pasaje hacia el éxito.
  2. Utiliza la “lupa empática”: ya sabes que la empatía es la reina de todas las relaciones. Jamás podríamos relacionarnos de manera correcta si dejamos la empatía escondida en un cajón de nuestro corazón. La lupa empática, forma parte de un ejercicio que propongo a mis alumnos (familias adultas), con la que las situaciones se convierten por arte de magia, en el modo en el que tienen nuestros hijos de verlas. Por ejemplo, tu hija de 9 años no quiere ir al colegio, es viernes y está muy cansada de toda la semana, llora porque quisiera quedarse calentita en su cama. Sin la lupa empática, perderías la paciencia a la primera de cambio, le dirías que deje de quejarse que vais a llegar tarde, y que tú también te levantas cada día para ir al trabajo aunque no quieras, etc. En cambio, con la lupa empática, primero seguirías el primer punto, reflexionarías y calmarías tu primer impulso, después, pondrías esta lupa delante de la situación y directamente serías capaz de darte cuenta de que es una niña (tu hija), de que esas frases sobran, de que simplemente tienes que dejar tus emociones atrás y conectar con las de ella. Y aunque tengáis que ir al cole de igual modo, iréis unidas, felices, sintiéndoos apoyadas la una en la otra y reconfortadas. Mira desde los ojos de tus hijos, y tu vida cambiará de color.
  3. Respeto: aunque no tengamos el mismo punto de vista que nuestros hijos, debemos respetarlos. No podemos pasar esta barrera, porque entonces, este es el ejemplo que les estaremos dando. Luego no puedes quejarte si tus hijos te gritan, te faltan el respeto, pegan a compañeros en clase o insultan a sus hermanos…cuando tú, has ido forjando vuestra relación a base de faltas de respeto: les has gritado y abusado de la autoridad, les has ignorado o no tenido en cuenta, has violentado contra ellos verbal, física o emocionalmente, has juzgado, etiquetado y comparado…etc. No olvides nunca que igual que la esperanza es lo último que se pierde, el respeto es lo primero que no debe faltar.
  4. No sois enemigos: tus hijos no son villanos, no son personas que generan estrategias y alianzas con el único fin de hacerte la vida imposible. Tus hijos son tus hijos, personas que te necesitan para lograr ser unos adultos realizados no sólo física e intelectualmente, sino, lo más importante: emocionalmente. Porque una persona emocionalmente sana, es capaz de llegar a donde se proponga, de conseguir sueños y cumplir retos, de respetar y ser respetado. Aléjate de esos pensamientos retrógrados y basados únicamente en tu ira más interna, tales como: “me torean”, “me toman el pelo”, “quieren hacerme la vida imposible”, “son los únicos niños que conozco que no entienden de rutinas, me tienen harta”, etc. Deja de boicotearte y abandona esta idea. Tus hijos NO son tus enemigos, son las personas que más quieres del mundo, poco de enemigos tienen 🙂
  5. Eres el/la único responsable de ellos: la vida de nuestros hijos depende de nosotros. Pero parece que no somos conscientes de ello. Sí, nos preocupamos de la fiebre, de las vacunas, de que tengan una buena higiene, un buen colegio, un buen nivel de inglés…pero eso, lamentablemente, NO es lo único importante. Lo verdaderamente relevante es que somos responsables de sus vidas, en su integridad; de sus emociones más profundas, de que sean personas que se sientan realizadas, queridas, apoyadas, con confianza y respeto hacia sí mismos, y de eso, los únicos responsables somos nosotros, y se consigue a base de amor, respeto, acompañamiento emocional, comprensión, apoyo, confianza…no a base de normas, exigencias y autoritarismo. Es verdad que vivirán más experiencias, se relacionarán con más personas, pasarán situaciones que no podamos controlar…y todo ello irá forjando su personalidad. Pero una cosa está bien clara: la base está en la familia, en la educación correcta y positiva, y en el amor y la comprensión que reciban.
  6. Ten en cuenta la etapa de desarrollo en la que se encuentran: en la mayoría de ocasiones, les pedimos a nuestros hijos cosas que ya, para empezar, por la etapa en la que se encuentran, no pueden hacer lo que queremos que realicen: pedimos una explicación concreta, que comprendan una situación que por su edad es imposible que entiendan, hacer alguna tarea que no es viable para su edad, etc. En definitiva: les exigimos demasiado. Y esto, se traduce, una vez más, a nuestras carencias. NO traslademos nuestras frustraciones a ellos, empecemos a utilizar la lupa empática, y a mirar a través de sus emociones, y no a través de las nuestras. Entendamos que cada etapa tiene sus características y éstas son muy diferentes a las de los adultos. No podemos pedirles el entendimiento y la actuación de los adultos, principalmente porque no lo son.
  7. Autocontrol: unido al punto anterior, solemos pedirles a los niños un autocontrol que ni tan siquiera nosotros somos capaces de tener. Perdemos los nervios a menudo, con intensidad, sin coherencia, a veces hasta sin motivo…y queremos que ellos tengan una perfección en cuanto a esto, que nosotros no somos capaces de lograr. Utiliza el sentido común y empieza por trabajarte a ti, por controlarte, por reconocer tus errores y aprender de ellos. El autocontrol necesita autoconocimiento, práctica diaria, objetivos concretos, motivación constante y mucha fuerza de voluntad. Nadie dijo que fuera fácil, pero se consigue, y sólo así, lo conseguirán tus hijos.

Y es que controlar nuestros impulsos, nuestra ira, nuestro estrés…es posible. Pero para ello, tenemos que tener un firme compromiso con nosotros mismos/as y con la causa, con la meta: el educar a nuestros hijos como realmente merecen, como realmente merecemos.

Debes conocerte día a día, valorar qué cosas te gustan más o menos, con cuáles pierdes los nervios más comúnmente, qué exiges sabiendo que es incoherente hacerlo por la etapa en la que se encuentran, etc. Anótalo todo en una libreta y poco a poco, ves trabajando en cada una de ellas, presta más atención cada vez que te pasen con tus hijos, trabájalas en profundidad para perfeccionar tu autocontrol,  y paso a paso te irás deshaciendo de todas.

La vida es fantástica, se debería saborear sin prisa pero sin pausa. Y los momentos con nuestros hijos son los más dulces, los mejores, los que sin duda se deben saborear con más ahínco…NO los desaproveches.

En momentos en los que vayas a perder la paciencia con tus hijos: desapégate de ti y de tus sentimientos, y céntrate en tus hijos y en sus emociones

Espero haberte ayudado, ha sido un placer como siempre, y, recuerda, si te ha servido, compártelo con tus amigos para llegar a más familias 🙂

Un abrazo y GRACIAS

Fuente: www.edurespeta.com

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