No, no y mil veces no


En muchas ocasiones usamos el NO de forma repetida ante determinadas conductas de niños. No hagas esto, no hagas aquello, o añadimos el “esto está mal”, como refuerzo al no, no y mil veces no. Y vemos como todos nos desesperamos ante la poca funcionalidad o utilidad de ese NO o ese MAL, tanto el que lo dice como el que lo recibe.

¿Qué cosas pueden pasar ante el uso de no? ¿Qué podemos hacer o decir para conseguir los resultados esperados?

 

Dado que el niño (o niña) no entiende mucho de lo que le decimos o pretendemos enseñar (a pesar de que mucha gente pueda pensar que sí lo entiende todo perfectamente), pues posiblemente en muchas ocasiones tampoco entienda ese NO o ese MAL. Y si lo entiende, pues se puede pasar el día escuchando no, no y mil veces no, con lo cual acabará intentando no hacer nada o lo mínimo posible, dado que todo lo que hace está mal ¿Se imaginan que en su trabajo les dijeran no hagas esto, no hagas aquello, esto está mal,…, de forma sostenida? Posiblemente acaben con una crisis de autoestima.

La respuesta a una conducta inadecuada generalmente se apoya con ese aspecto negativo, que hasta cierto punto es normal, aunque, si es a veces no pasa nada, si es permanente, o bien incide en la autoestima, o bien acaba dándole igual ese no, y puede llevar a una interpretación errónea por parte del niño. Demasiada negatividad no puede ser buena nunca.

¿Qué cosas pueden pasar ante el uso de no? Pues las opciones son diversas.

El niño que ante ese ¡NOOO! Reacciona justo al revés, se ríe y sigue e insiste. Por ejemplo, me parece que tirar agua por la ventana es una idea estupenda. El niño agarra un vaso y sale disparado hacia la ventana para tirar agua, algo que como todos sabemos es genial, sobre todo para el que va caminando por la acera y le cae agua encima. En el momento que el niño sale hacia la ventana el papá o la mamá lanzan un sonoro ¡no!, el niño en vez de pararse o dejar de hacerlo, lo hace una y mil veces y se ríe de forma tremenda. Y vemos como esa especie de histeria que se dispara de forma inmediata en los presentes genera en el niño una conducta de repetición sostenida y al final lo considera como un juego. Puede darse la situación que el niño asocie esa histeria a su forma de jugar o de atraer nuestra atención. El resultado es malo, no solo reforzamos la conducta que curiosamente no deseamos, es que además se pueden dar situaciones -incluso- peligrosas. En muchas ocasiones la generalización de la respuesta del niño puede generar muchos problemas.

El niño que cuando va a tirar el agua y se le grita ese ¡no! se queda helado, o incluso se asusta. Y cuando no es con el agua es con otra cosa. Un niño que -por la razón que sea- hace una larga lista de cosas inadecuadas, desde tirar el agua por la ventana a mil cosas más, y ante cada una de sus acciones recibe esos aversivos, esto no se hace, esto está mal, no, no y mil veces no. Y puede acabar con la sensación de que todo lo que hace está mal. Con el consiguiente efecto negativo a su salud emocional y autoestima.

También podemos encontrar el niño donde no hay ningún efecto, como si por un oído le entrara y por el otro le saliera. Con la consiguiente ansiedad colectiva que eso genera, ya que persiste en tirar agua por la ventana y se queda mirando como cae el agua, le fascina verlo, pero le da igual los mil noes, y todo lo que le digamos y hagamos.

Y seguro hay casos combinados, donde se puedan mezclar respuestas o alguna otra respuesta más que no he incluido. Esta situación, que es bastante habitual, genera malestar para todos, y cuando digo todos me refiero al niño (o niña) y a su entorno: familia, docentes, etc.

Hay un detonante en muchas ocasiones, y es un problema de comunicación y/o de comprensión de las consecuencias. Regresemos al ejemplo de tirar agua por la ventana. Para el niño ver caer agua puede generar cierta fascinación, pero no es realmente consciente de que esa es una mala acción. Conseguir que entienda esto puede no ser simple. Pero si basamos siempre la reacción a la acción del niño en un aspecto de castigo, negatividad, reproche continuado, quizá nos cueste mucho resolver esas situaciones.

Explicar las cosas puede resultar imposible en muchas ocasiones si no sabemos proponer al niño las cosas de forma comprensible para él. En el artículo “Las personas con autismo SÍ tienen teoría de la mente” ya se abordaba una forma simple de explicar situaciones y consecuencias a través del las propias experiencias de la persona, de forma que pudiera comprender la consecuencia en otros de sus acciones. Adaptar a cada niño el modelo educativo o de explicación es básico.

Sabemos que a través del uso de historias sociales, de modelos de apoyo conductual positivo y de apoyos visuales, podemos explicar de forma correcta y comprensible al niño que, determinadas conductas no son adecuadas, pero además le ofrecemos alternativas que sí lo son y que pueden cumplir la misma función. Por ejemplo:

Si tengo fascinación por el agua y me encanta ver su movimiento, etc, podemos proponer la niño un juego (El juego es básico en el aprendizaje) donde compartimos con él una acción determinada. Podemos jugar en la bañera (si tenemos), o usar un balde de plástico y realizar algún tipo de juego con agua, de forma que, aprovechamos su fascinación por el agua para realizar un juego compartido y podemos trabajar aspectos de atención conjunta, uso de turnos, mejora de la comunicación, etc,… Y de esta forma sustituimos una propuesta de NO por una propuesta de juego funcional y divertido.

Hay que ser muy cuidadosos con los aspectos de la salud emocional, ya que ésta afecta a todos. Es muy habitual que cuando la familia, o cuidadores, o docentes (por ejemplo), están ansiosos o nerviosos, el niño también lo esté. Si por el contrario, actuamos con calma, presentamos al niño de forma comprensiva para él la consecuencia negativa (incluso para él mismo) y le ofrecemos una alternativa válida, podemos resolver muchos problemas.

Otro de los aspectos que se pueden dar es que el niño a través de su conducta nos esté diciendo (aunque no lo estemos entendiendo) no quiero hacer lo que viene a continuación. Por ejemplo, no me quiero vestir, o no me como el desayuno, o armo tremendo berrinche de buena mañana. Sencillamente no quiero ir al colegio, y sé que si armo ese lío o no voy o retraso mi entrada. Y normalmente les suele funcionar, además de poner de los nervios a todo el mundo. Es tipo de situaciones generan tensión, nervios, ansiedad y una larga lista de broncas matinales. El resultado es malo para todos, y además regresamos a la negatividad, y el niño, que ya no quiere ir al colegio, cuando llega va de los nervios, con lo cual, la maestra o maestro van a tener que lidiar con una situación que complica más aun las cosas.

Lo más triste de todo esto es que el entorno del niño está reforzando esa conducta, pero nadie cae en la cuenta o no saben como resolverlo. Y ¡ojo, a la capacidad de generalización del niño!, que es otro riesgo inmenso.

Si sumamos los noes, los castigos, el uso del no, no, y mil veces no, realmente estamos entrando en una zona no adecuada. Desde el efecto negativo en la autoestima, a la mala interpretación por parte del niño, o al sencillamente me da igual, lo que no conseguimos es un aprendizaje significativo del niño, justo lo contrario de lo que perseguimos.

Además en muchas ocasiones se usa el chantaje emocional, algo que también es incorrecto. El famoso sistema de “Si haces esto así o asá, mamá estará contenta”, error que ya se puso de manifiesto en el artículo “Educación emocional en el autismo: ¿Mamá contenta?”, que es un error mucho más habitual de lo que pensamos. De la misma forma que el chantaje emocional no es algo deseable, tampoco es la coacción o extorsión del tipo “Si no haces esto así no te daré tu regalo” o similares. No estamos haciendo que el niño aprenda, sino que condicionamos su respuesta o su conducta de forma obligada. Es un niño no un robot.

Si queremos que el niño tenga aprendizajes significativos, funcionales y válidos, lo primero que debe tener son experiencias (buenas y malas), exploración del entorno que le rodea (A veces los tenemos muy limitados, dejen que exploren), interacción con todo lo que les rodea, a raíz de ahí, podemos trabajar, usar sus propias experiencias para que entiendan lo agradable y lo que no lo es, usar modelos de ejemplo tipo: Caerse y hacerse pupa hace que llores, si tiras agua a la gente haces que lloren ¿Tú quieres hacer pupa a la gente? Pero claro, si el niño jamás se ha caído y vive en un entorno blandito, pues como jamás se ha hecho pupa es muy difícil trabajar de esa forma.

Por tanto, hay que entender que el uso del no (o similares) debe ser usado con precaución, que hay que fomentar la compresión del niño de las consecuencias de sus acciones, que el niño debe entender que haciendo las cosas de otra forma él gana y mejora su estado de ánimo, que apoyar al niño desde la positividad nos ayudará más, y que como mejor se aprende es cuando estamos tranquilos y relajadas, por tanto, nuestra actitud, por duro que pueda ser a veces, deberá ser de calma y serenidad y siempre con afecto y paciencia.

Fuente: www.autismodiario.org

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