Las mentiras de los niños son señal de un progreso cognitivo.


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Es el titular de una interesante columna publicada recientemente en el prestigioso Wall Street Journal. La reproducimos a continuación:

Las investigaciones muestran que la habilidad de los niños para distorsionar la verdad es un hito evolutivo, muy similar a aprender a caminar o a hablar.

Pareciera que las tendencias en la crianza de los niños se las lleva el viento, pero probablemente la mayoría de los adultos podrían coincidir en pensar que los niños en edad preescolar que han aprendido a hablar no deberían mentir. Sin embargo, resulta que aprender a mentir es una parte fundamental del aprendizaje general – y algo que debe tenerse en consideración más allá de las implicancias éticas del engaño.

La habilidad para distorsionar la verdad es un hito en el desarrollo, muy similar a aprender a caminar y a hablar. Las investigaciones conducidas por Kang Lee, un psicólogo académico de la Universidad de Toronto, demuestran que en los niños precoces las mentiras aparecen muy pronto. Entre los niños de 2 años que saben hablar, un 30% trata de engañar a sus padres directamente frente a sus ojos en algún punto. A la edad de 3 años, un 50% lo intenta con regularidad. Mentir se vuelve común en un 80% de los niños de 4 años, y aparece en virtualmente todos los niños sanos de entre 5 y 7 años.

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En otras palabras, la mentira no es inusual en niños pequeños. Lo que es más, según el Dr. Lee, los infantes que suelen contar cuentos tienen ventajas cognitivas frente a quienes sólo dicen la verdad. “Para mentir se requiere de dos ingredientes. Los niños necesitan comprender lo que hay en la mente de otra persona – para saber lo que ellos saben y lo que no saben. A esta habilidad la llamamos teoría de la mente. Los niños que son más hábiles con la teoría de la mente, son también mejores para mentir.”

El segundo requisito, de acuerdo al Dr. Lee, es la función ejecutiva – la capacidad para anticipar y evitar acciones indeseadas. “El 30% de los niños menores de 3 años que pueden mentir poseen habilidades de funciones ejecutivas superiores,” asegura, “específicamente la habilidad de inhibir la urgencia por decir la verdad y cambiarla por una mentira.”

Tal desarrollo cognitivo implica que estos mentirosos precoces tendrán más éxito en la escuela y serán capaces de lidiar mejor con otros niños en el patio de recreo, agrega.

Aunque el Dr. Lee sabe hace décadas que los niños que destacan en las tareas relacionadas con la teoría de la mente son mejores mentirosos, ignoraba qué venía primero. ¿Es el hecho de mentir lo que hace que los niños sean mejores en adivinar lo que otros están pensando? Después de todo, probar a decir verdades a medias para ver si otros lo creen generaría una retroalimentación por parte de los adultos que podría revelar algo acerca de sus estados mentales. ¿O es que si le enseñas a alguien que se imagine lo que sucede en la mente de otros, se convierten entonces en mejores inventores? Testeó entonces esta idea en un experimento que publicó en noviembre pasado en la revista Psychological Science.

El entrenamiento en la teoría de la mente se ha convertido en una popular herramienta para ayudar a los niños del espectro autista, así como a aquéllos con problemas conductuales. Este entrenamiento consiste en poner a los niños en situaciones que los ayuden a descubrir que otras personas pueden tener conocimientos o creencias distintas a las suyas. En el laboratorio del Dr. Lee, también se les lee a los niños historias muy ricas en información acerca del estado mental de otros. “Así que nos preguntamos, ¿cuáles son los efectos secundarios? ¿Podemos inducir la mentira al entrenar la teoría de la mente?”, declaró el Dr. Lee.

Él, en conjunto con un equipo de investigadores de Canadá, Estados Unidos y China, dividieron un grupo de 58 preescolares de una ciudad continental en China después de evaluar su inteligencia, habilidad para mentir y funciones ejecutivas, entre otras cosas. La mitad de los niños recibieron seis sesiones de entrenamiento en teoría de la mente y la otra mitad, el mismo número de sesiones dedicadas a enseñar números y habilidades de resolución de problemas espaciales.

Después de seis sesiones distribuidas en ocho semanas, los investigadores hallaron que los niños en el grupo de la teoría de la mente no sólo se convirtieron en mejores mentirosos sino que además construían mentiras significativamente más consistentes que los niños del grupo control. Los efectos duraron un mes. El Dr. Lee está tratando de realizar un seguimiento con ellos, para ver si estos resultados se mantienen en el tiempo.

“La primera vez que su hijo diga una mentira no es una ocasión para asustarse, sino una ocasión que debe celebrarse. Es un momento educativo,”, me dijo, “un momento para discutir lo que es una mentira, lo que es la verdad y lo que implica para los otros.”

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Como todo hito en la vida de nuestros hijos, es normal querer celebrarlo. Con esto, sin duda que ni el Dr. Lee ni nosotras pretendemos que celebren junto a sus hijos las mentiras que les cuenten, más bien, es un logro para festejar como adultos.

Es un hito que nos informa acerca de las nuevas capacidades cognitivas de nuestros niños, capacidades que debemos tomar en consideración y no reprimir castigadoramente. Es, como dice el artículo, una oportunidad perfecta de aprendizaje, de profundizar en esta capacidad de predecir el conocimiento, las creencias, las emociones del otro y la oportunidad de enseñar las consecuencias de una mentira. Después de todo, esta habilidad cognitiva es también la que fomenta la empatía. Y como sociedad, la promoción de la empatía es una necesidad que nos compete a todos. Desde cuánto más pequeños mejor!

Fuente: blogdecamipaz.wordpress.com

 

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