Factores de riesgo en la depresión.


La depresión es uno de los trastornos psicopatológicos más frecuente en las sociedades desarrolladas, por ello, resulta de gran interés identificar los factores que explican su inicio y mantenimiento; así como aquellos que puedan contribuir a su tratamiento. Una de las líneas de investigación más fructíferas es la que propone que existe una serie de procesos cognitivos que pueden constituir un verdadero factor de riesgo para desarrollar este trastorno del estado del ánimo.

El modelo reformulado de indefensión aprendida (Abramson, Seligman y Teasdale, 1978) y un desarrollo posterior, conocido como teoría de la desesperanza (Abramson, Metalsky y Alloy, 1989), defienden que las personas con un estilo atribucional o explicativo negativo, tienen una probabilidad mayor de desarrollar depresión cuando se enfrenten con situaciones de carácter negativo o estresante y consideradas importantes por ellas.

La atribución es el proceso cognitivo mediante el cual las personas explicamos las situaciones que experimentamos. Así, por ejemplo, ante un fracaso en una actividad, algunos lo pueden explicar aludiendo a la mala suerte, mientras que otros pueden pensar que son muy torpes o incapaces de realizarla. Dependiendo de qué razones se aduzcan, se experimentarán diferentes emociones. En nuestro ejemplo, la persona que explicó su fracaso debido a su torpeza, se sentirá más desanimada o incluso triste que la que consideró que el problema se debía a la mala suerte.

El estilo atribucional negativo que se ha propuesto como un factor para desarrollar depresión hace referencia a una tendencia relativamente estable a explicar las situaciones negativas o fracasos mediante causas internas (la causa es algo de la persona, no ambiental), estables (la causa se mantiene a lo largo del tiempo) y globales (la causa afecta a otras áreas de la vida, no sólo a ese tipo de situaciones concretas).

 

Es decir, cuando la persona tiene una tendencia persistente a explicar las diferentes situaciones negativas, estresantes o fracasos que va experimentando a lo largo del tiempo, mediante causas personales (por ejemplo, mi torpeza característica, mi irresponsabilidad, mi falta de recursos, etc.), y además considera que estas causas seguirán estando presentes y actuando en el futuro, afectando además a diferentes áreas de su vida (familiar, laboral, relaciones personales, etc.), es más probable que experimente síntomas depresivos cuando tenga que enfrentarse a estas situaciones, consideradas por la persona como importantes.

La gran cantidad de estudios llevados a cabo han permitido concluir que las personas deprimidas, con respecto a las que no lo están, tienen una tendencia mayor a explicar los resultados negativos mediante causas internas, estables y globales. Pero además, y esto es lo más importante, esta tendencia o estilo atribucional negativo es una de las causas que contribuyen a que se inicie y mantenga su depresión cuando se enfrentan a importantes situaciones problemáticas (Abramson y cols., 2002).

Aunque en un principio los estudios se han centrado en la relación entre este estilo atribucional y la depresión, en los últimos años, algunos trabajos han encontrado que el estilo explicativo negativo, no sólo se asocia con depresión, sino también con ansiedad, hostilidad, malestar psicológico en general y una peor salud física (padecen más enfermedades, están más tiempo enfermos, etc.). En este sentido, se está planteando la cuestión de que tal vez no sea un factor de riesgo para desarrollar depresión, sino que puede constituir un factor de vulnerabilidad general que predisponga al malestar físico y psicológico.

Paralelamente, los investigadores están dirigiendo sus esfuerzos a identificar la relación de este estilo explicativo con otros procesos que puedan explicar porqué las personas con este estilo tienen una peor salud psicológica y física. En este sentido, se ha encontrado que las personas con tendencia a explicar los fracasos mediante causas internas, estables y globales creen que los problemas relacionados con la salud no pueden ser prevenidos, es decir, que no se puede hacer nada para reducir el riesgo.

 

Estas creencias se traducen en un estilo poco efectivo para hacer frente a las situaciones, pues emplean en menor medida las estrategias dirigidas a la solución directa de los problemas y en mayor proporción las estrategias más asociadas con el malestar, como pueden ser evitar enfrentarse a los problemas o simplemente negar su existencia (Sanjuán y Magallares, 2006). Así, por ejemplo, se ha encontrado que estas personas ponen en marcha en un porcentaje mucho menor algunas conductas que permiten prevenir las enfermedades cardiovasculares, como llevar una alimentación sana y hacer ejercicio (Sanjuán, Pérez García, Rueda y Ruiz, 2006).

A pesar de todos estos datos, todavía queda mucho lugar para la esperanza, porque gracias a todos los estudios realizados se han podido identificar muchos procesos (creencias, atribuciones, estrategias, conductas, etc.) sobre los que es posible intervenir para mejorar la calidad de vida de las personas. De hecho, ya existen estudios que han probado que estos estilos perjudiciales se pueden cambiar por otras formas más beneficiosas de pensamiento.

Fuente: www.infocop.es

 

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