El ataque de pánico, preguntas y respuestas


Quienes sufren lo ocurrido a Sabina deben exponerse de forma gradual a esas situaciones

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El ataque de pánico sufrido por Joaquín Sabina en su concierto del pasado sábado en el Palacio de los Deportes de Madrid, a pesar de las tablas de un artista que lleva casi cuatro décadas de trayectoria, es la reacción exagerada del cuerpo a un temor —¿estaré a la altura?, ¿quedarán satisfechos mis fans?—, «es el temor a algo que interpretamos como peligroso».

«También puede ser la consecuencia de malinterpretar unos síntomas físicos, como sudar, o la adrenalina que provoca el concierto, y que la persona piense que pudiera ser por ansiedad u otra dolencia», añade.

«Casi todos los ataques de pánico son fruto de la reacción ante una situación, cuando en realidad no suponen una amenaza para la persona. No son la consecuencia de una enfermedad, sino la forma en que tenemos de interpretar el entorno», explica Ramírez.

«Realmente no me encuentro bien», confesó Sabina al público que abarrotaba el Palacio de los Deportes instantes antes de abandonar el escenario. Los síntomas típicos de ese pánico escénico, las respuestas que manda el cerebro a nuestro cuerpo, son «que el corazón se acelera, respiración agitada hasta sentir que nos falta el aire, sequedad de boca, temblores y palidez, porque la sangre se distribuye a los músculos de brazos y piernas debido a que el cuerpo se prepara para huir», El País Semanal. «La respuesta de ansiedad permite ponernos a salvo ante una amenaza, por eso está relacionada con una sobreactivación que posibilita salir corriendo».

 

Poco antes de verse obligado a reducir la duración de su concierto, Sabina había recordado con emoción a la cantante Pastora Soler, quien hace un par de semanas anunció que dejaba la música temporalmente tras haber sufrido dos ataques de pánico, el primero el pasado marzo, le provocó incluso un desvanecimiento. En ese caso, la reacción del cuerpo fue distinta, una paralización («como si nos hiciésemos el muerto ante ese peligro») que le llevó al desmayo. «Las sensaciones son tan desagradables que crees que te vas a morir. Sin embargo, los ataques de pánico no son peligrosos, salvo que tengas un problema de cardiopatía, por ejemplo».

Las personas que sufren estos ataques de pánico «no quieren subirse a un autobús lleno, ni entrar en unos grandes almacenes, porque su cerebro interpreta que no podrían salir de ahí y que no es un lugar seguro para ellos. Pero lo peor que puedes hacer es evitar el miedo porque lo incrementas».

La solución según los expertos es «exponerte de forma gradual a esas situaciones, por ejemplo, si me da miedo entrar en unos grandes almacenes, lo hago un lunes por la mañana, cuando hay poca gente». Antes, hay que «entrenar al paciente en técnicas de respiración y relajación y enseñarle a interpretar de forma distinta lo que ocurre a su alrededor, para que lo pueda controlar». En definitiva, que nos digamos a nosotros mismos que estamos seguros, y quitemos importancia a cualquiera de esas señales para que nuestro cerebro no se dispare.

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