¿Cuál es la hora perfecta de vuelta a casa para un adolescente?


La adolescencia es la etapa evolutiva más compleja,  tanto para los hijos como para los padres. Puede que no siempre llueva a gusto de todos y que, en ocasiones, los padres no sepan cómo hacer frente a esta situación, por ello nunca está de más tener a mano una serie de recomendaciones.

Uno de los reclamos por excelencia de la mayoría de los adolescentes es pedir más tiempo fuera de casa con sus amigos, es algo así como ‘ley de vida’ y probablemente el clásico entre los clásicos de muchas discusiones entre padres e hijos. No es nada raro ni inusual, y quizá ahora al leer estas líneas nos invada un halo de nostalgia al recordar que un día tuvimos 15 años y también queríamos estirar esa hora de regreso a casa, y hacíamos lo imposible por convencer a nuestros padres por media hora más.

 

Antes de nada, es preciso destacar que «para el buen desarrollo de la personalidad es importante que se conjuguen dos hechos fundamentales. Primero, no sentirse marginado del grupo y, segundo, sentirse sujeto por los valores de la unidad familiar», afirma a EL MUNDO el catedrático de Psiquiatría José Luis Carrasco, director de la Unidad de Personalidad y Comportamiento (orientación familiar y prevención) de Ruber-Juan Bravo de Quirón-Salud y coordinador científico y psiquiatra en SOMMOS desarrollo personal.

Ambos ejes, explica este experto, son troncales para el crecimiento psicológico, pues son constituyentes de la identidad y del sentir de uno mismo. «Es deseable que los principios del grupo con el que se mueve nuestro hijo sean parecidos a los de nuestra unidad familiar, pues hará más fácil encontrar el equilibrio entre los dos ejes básicos mencionados. Los chicos tienen que aprender los valores de la familia pero, a veces, sienten que los padres imponen las normas sólo por ‘cabezonería’ o por demostrar su poder. Es importante, por ello, explicar las normas como parte de nuestros valores y procurar que sean razonables», señala Carrasco.

Por otra parte, es clave que desde pequeños se vaya ganando progresivamente autonomía y libertad. «Los padres deben fomentar la autonomía desde los dos años pidiéndoles que intenten hacer por sí mismos aquello que sean capaces según cada edad. Así se le va dando responsabilidad y autonomía al niño, y confiando cada vez más en él», afirma Teresa Rosillo Aramburu, psicóloga y autora del libro Padres saludables (Ed. Pirámide). Es importante que se fomente desde pequeños entre padres-hijos una relación sana basada en la comunicación diaria y la confianza.

Por ello, y antes de que los chicos entren de lleno en la adolescencia, es positivo que vayan progresivamente teniendo esa autonomía también en sus salidas, y que acudan, en base a su edad, a los cumpleaños de sus amigos de clase, que queden para ir al cine, que salgan a la calle a jugar un tiempo determinado, etc. «No sólo es positivo sino que es deseable, son experiencias necesarias y convenientes. La clave es que lo vivan plenamente, que lo disfruten; para ello los padres pueden y deben implicarse en estas ‘salidas’, preparándolas de antemano», asegura J. Amador Delgado Montoto, doctor en Psicología, orientador y autor de Mi hijo no estudia, no ayuda, no obedece. 25 reglas para solucionarlo (Ed. Pirámide).

Responsabilidad, amigos y días excepcionales

A partir de los 13-14 años, los chicos empiezan a demandar más libertad (y más tiempo a medida que van creciendo), es decir, «más tiempo con sus iguales y menos con los padres, es algo natural, los padres no pueden oponerse, pero sí deben regular los tiempos», afirma Delgado. Las normas son importantes. Por regla general, las circunstancias suelen mandar. Por ejemplo, no es lo mismo una noche en el pueblo de toda la vida donde todo el mundo nos conoce que una en una gran ciudad y/o que apenas conocemos.

Por tanto, ¿qué influye en esa hora de regreso? «La hora de llegada dependerá del conocimiento que los padres tengan de con quién y dónde va su hijo, es el eterno tira y afloja, apliquen el sentido común y no se equivocarán», apunta Delgado. Lo más importante a esta edad es el efecto grupo. Es decir, «la influencia de los amigos», añade Carrasco. De modo que «la hora puede ser más tardía si el chico o la chica salen con amigos y van a un entorno algo restringido (casas de amigos, celebraciones particulares). Si sabemos que estará a la vista de sus amigos podemos flexibilizar el horario. Para actividades más colectivas en las que puede escapar de la influencia del grupo de amigos es más importante señalar una hora limitante», señala.

Hay que recordar, expone Carrasco, que el joven tiene tres mecanismos de autocontrol: (1) su propia responsabilidad, que será mayor o menor en función de su personalidad, (2) el grupo de amigos, si es un grupo responsable y (3) la conciencia de que existe una moral familiar, que recuerda lo que está bien y lo que está mal (y que se refleja en la existencia de una limitación horaria).

Es importante que los chicos sepan que tienen que cumplir unos horarios, pero en ocasiones estos horarios también pueden ser más flexibles y alargarse un poco. «Los horarios pueden variar en función de la actividad para la que se sale, bien sea por su excepcionalidad (una fiesta de despedida anual, por ejemplo) o por estar muy controlada (una fiesta en casa de amigos…)», sostiene este profesional.

Por otro lado, añade que pueden hacerse también extensiones puntuales del horario como premios a conductas o esfuerzos encomiables de los chicos, pues con ello estaremos además reforzando nuestra confianza en ellos. «Lo realmente importante es que sepan que la norma existe y es firme, aunque puede adaptarse en función de excepciones razonables», mantiene Carrasco.

Si se van a retrasar…

En el caso de que el joven se vaya a retrasar, es recomendable que «tenga como norma llamar o ‘wasapear’ como cualquier persona, por una razón de educación y para no preocupar al que está esperando. Es cuestión de que el chico se ponga en el lugar de los padres y entienda que un retraso puede preocupar», afirma Rosillo.

Sin embargo, esto no siempre es así pues «si su hijo no quiere que le controlen, simplemente apagará el móvil y dirá que se quedó sin batería o que se lo dejó olvidado, es una batalla perdida. Si se retrasan pidan explicaciones y actúen en consecuencia, la experiencia les dirá cuándo deben creerlas y cuándo no. Recuerden que ustedes también trataban de ‘confundir’ a sus padres», apunta Delgado.

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